Décadas antes de ganar el Nobel de Literatura, Peter Handke ya había mostrado ser merecedor del galardón en su participación como guionista en la película Der Himmel über Berlín (1987) traducida al español como Cielo sobre Berlín o Las alas del deseo, que llevó a la pantalla su amigo, el director y productor Wim Wenders.
La trayectoria de Handke como guionista y director nos permite pensar en la diversificación de la literatura y darle al guion el lugar que se merece dentro de las letras. Como director ha sido candidato a la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y el León de Oro del Festival de Cine de Venecia.
Un par de ángeles, que sólo los niños y los corazones puros pueden ver, observan la ciudad dividida por la guerra (poco antes de la caída del Muro). Esa es la historia que Peter Handke y Wim Wenders llevaron al cine en las últimas décadas del siglo pasado. Recordamos al actor Bruno Ganz interpretando al ángel Damiel que observa la ciudad con rostro melancólico, vigilando y resguardando a los humanos de los sentimientos perversos. En sus menesteres de ángel, Damiel entra en conflicto al enamorarse de una mujer que le provoca el sentimiento de querer ser humano.
La película no podría ser tan contundente sin ese ángel recitando una y otra vez, cual letanía del cielo, el poema del mismo Handke: “Cuando el niño era niño”. Tanto el poder visual de las escenas como el de la literatura en voz en off permiten declarar que el filme es una obra de poesía creativa y melancólica.
El poema del galardonado nos recuerda la alegría de ser niños y la tragedia de perder un corazón puro que se nos va volando inevitablemente; aunque haya sido escrito hace más de 20 años, es una crítica que sigue provocando, que nos hace disfrutar el sabor agridulce del paso del tiempo, lamentar lo perdido y cuestionar la transición de la niñez a la vida adulta.
En el poema se plantea al niño como un humano atrevido que no vive el paso del tiempo, que está aquí sin saberse pequeño y que se detiene sin aviso y juega sin aviso, que se hace preguntas que al crecer se vuelven necias y sin sentido, cosas de filósofos y de contemplativos: interrogantes sobre el inicio del tiempo y el fin del espacio, sobre la maldad, sobre la apariencia. “Cuando el niño era niño” nos deja pensar que, sin embargo, algo de nuestra infancia sigue vibrando dentro de nosotros.
Les dejamos el poema:
Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.
Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?
Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, las judías,
el arroz con leche y la coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.
Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.
Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.
Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando,
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.
Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.
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