Antes de convertirse en Extraweg, Oliver Latta vivió en un pequeño pueblo llamado Kotten, en Alemania, donde se graduó de fisioterapeuta. Estudió en la Universidad Bauhaus en Dessau y actualmente reside en Berlín.
Latta nos presenta tres niveles de apreciación, uno más complejo que el anterior y que en conjunto emerge en piezas que transitan entre lo bello y lo grotesco.
Las piezas en primera instancia nos atraen – visualmente – por la paleta cromática y juego de contrastes pop que maneja; nos obliga a detenernos y mirar.
En el segundo nivel de apreciación se realiza a través de la experiencia sensorial, puesto que las texturas plastificadas, resbalosas y moldeables de cada personaje se puede percibir aún sin tener una proxémica.
El elemento más importante sucede en el tercer nivel, el cognitivo, sin duda el más complejo. Latta busca la crítica social una y otra vez en cada una de sus animaciones.
Las formas antropomorfas deshumanizadas por el material plastificado que las componen nos remiten al actual status quo. Así como las situaciones angustiantes, destructivas o decadentes donde el espectador es el verdadero protagonista.
El arte de Latta viaja entre el hedonismo y el voyeurismo, convierte ambos términos en líneas paralelas. Hace evidente la búsqueda constante de lo placentero y lo perfecto, que a su vez nos es difícil de admitir.
TE PUEDE INTERESAR:
Time Capsule: la exposición de Louis Vuitton en México
Lance Wyman: creador de la iconografía del metro de la CDMX
Bisa Butler: “la tradición afroamericana de los edredones que cuentan historias”
No Comments