Joaquín Torres García (1874-1949) es una figura importantísima para la historia del arte moderno de la primera mitad del siglo XX. A los 17 años llegó a Barcelona donde, tras su paso por la Academia de Bellas Artes y la Academia Baixas, pudo relacionarse en los círculos de artistas catalanes del momento.
Cargando sus raíces uruguayas y afortunadas influencias europeas, como Toulouse-Lautrec y Pierre Puvis, desde sus 20 años logró abrirse paso en el mundo de la ilustración y la pintura. Una de las contribuciones más significativas que inauguró, digámoslo así, su creciente obra fue la colaboración con Antonio Gaudí en las vidrieras para la catedral Palma de Mallorca y la Sagrada Familia (1903-1904).
Como parte de su constante evolución como artista y sus múltiples viajes en países de Europa y en los Estados Unidos, formó un bagaje que durante 15 años logró convertir en material de conferencias, libros y talleres. Su quehacer docente ya se perfilaba desde sus diseños de juguetes didácticos con la creación de Aladdin Toys.
Artista errante de mala fortuna, así se puede describir, en pocas palabras, la biografía de Torres García, pues durante su trayectoria artística tuvo que pasar desde malas restauraciones, duras críticas, deudas e, incluso, incendios que destruyeron sus obras. En 2004, por si fuera poco, un coleccionista barcelonés decidió arruinar dos cuadros con tal de observar lo que había detrás de la obra repintada por el artista uruguayo.
A la discusión entre el arte figurativo y la abstracción que se suscitaba en aquellos años sumó que todo en el arte es construcción. Ahí donde el debate se bifurcaba entre lo abstracto y lo figurativo, Torres García trazaba una trayectoria diferente: lo abstracto y lo concreto. Esta es la idea de lo que el artista llamó Arte Constructivo, dictando que los símbolos representan un arte universal y no localista, de tal forma que la geometría y la proporción de sus obras buscan siempre la universalidad.
La geometría universal de Torres García codificaba la realidad en figuras que representan esquemas, como peces, soles, la figura humana o barcos, mientras que los colores primarios y las líneas verticales y horizontales contenían la abstracción.
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